Desde este punto de vista, la dejación de las responsabilidades del Estado y de los hombres respecto de su prole, la migración no se entiende como un proceso voluntario y elegido, sino que se vive como un deber, “era lo único que podía hacer”, en un sistema donde la economía básica de los hogares se mantiene a base de créditos y deudas a plazo, Esta rueda va consumiendo la vida de las mujeres generación tras generación, lo que hace que muchas de las trabajadoras inmigrantes vivan constantemente en la disyuntiva entre la precariedad entendida como sacrificio, o vivir en el sentido de una vida con libertad de movimiento, con espacio para el ocio, el estudio, las relaciones humanas, de pareja, como cualquier trabajadora de este país. En Euskal Herria, mientras el Sistema Vasco de Cuidados se asiente en el trabajo de interna, los cuerpos y vidas de las trabajadoras inmigrantes se seguirán consumiendo para pagar la deuda que contraen por vivir.
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